miércoles, 2 de mayo de 2018

Por las calles de la capital.



Por las calles de la capital...

Había quedado con un xamigo en una cafetería de Santa Cruz. Vestía una falda color burdeos y una blusa blanca, con uno de mis mejores conjuntos de lencería, aunque no tenía previsto tener sexo esa noche. No me suelo entregar a nadie en la primera cita. 

Era una decisión un poco precipitada. Pero a veces soy algo impulsiva, mi alta líbido me hace ser así en ocasiones. No había conversado tanto con aquel hombre, pero mis impresiones eran buenas. Lo que leía entre líneas me gustaba, sus palabras me enamoraban. 

Aparqué lejos, aprovechaba el paseo para susurrarle al viento canciones alegres y mover suavemente mis caderas al ritmo de mi música. Era consciente de que algunas personas me miraban, pregúntandose porque estaría tan feliz. 

Físicamente, no había visto ni una foto de aquel xamigo. Acordamos que sería así. Él tampoco sabía cómo era yo. 

Faltaban dos o tres calles para llegar a la cafetería. Iba a llegar media hora antes del encuentro. Paré un minuto a mirar el móvil y sentí que alguien se abrazaba a mi espalda e inmediatamente tapaba con sus manos mis ojos preguntando “¿Quién soy?”. 

-No, no puede ser. No me puede estar pasando. Ufff, si me está pasando. ¿David? (nombre ficticio). 

*Si, cielo. ¿Qué haces por Santa Cruz? 

-Había quedado con alguien que conocí por internet. 

*¿Habías quedado peque? 

-Si. ¿Puedo irme? 

*Pues no. No voy a dejar que te vayas. 

(Mi amigo se quita el pañuelo que lleva en el cuello y me tapa los ojos) 

*Ahora me vas a seguir. 

-Si me vas a secuestrar, espera a que le escriba un mensaje a ese chico diciéndole que me surgió un imprevisto y no puedo ir.

*Se lo escribo yo. Dame el móvil. 

-Gracias, cariño. 

-No puedo ir. Lo siento. Espero no haberte hecho perder el tiempo.  
-Es una pena. Nos conocemos en otra ocasión guapa.  

Mis sentidos se agudizaban con los ojos cerrados, intentaba adivinar hacia dónde me guiaba mi amigo. Caminábamos cogidos de la mano. De vez en cuando se paraba y me daba un beso dulce en la frente. 

-¿Hacia dónde vamos? 

*Confía en mi peque. Ya casi llegamos. 

Me quitó el pañuelo de los ojos. Tardé unos segundos en acostumbrarme a la luz del sol. Estábamos en un callejón solitario de la capital tinerfeña. Le sonreí y me alejé dos o tres pasos. 

-Hagamos una cosa. Me tendrás que coger. ¡Abre bien los brazos! 

Corriendo me lancé hacia él. Mi amigo me cogió fuerte en brazos y luego me dejó caer lentamente mientras nos comíamos a besos. Nadie nos miraba. 

-Veo que lo has pillado. Hagamoslo otra vez. 

La segunda vez no me solté tan fácilmente. Cuando mis pies tocaron el suelo, le abracé con mucha más fuerza y le dirigí hacia la pared más próxima. 

Cogí una de sus manos y se la lleve hacia mis muslos. Seguí besándole. A los pocos minutos noté como su polla se endurecía reclamando mi atención. Pero hubiera sido demasiada exhibición y él necesitaba discreción. 

Te propuse entrar a una tienda de ropa que sabía que estaba cerca. Cogi 2 vestidos y tú cogiste 2 pantalones. Nadie iba a sospechar que nosotros estuviéramos juntos. 

Yo fuí primero al probador. Eche un vistazo a mi alrededor y no había ninguna cámara. Me quedé en ropa interior. Cuando escuché pasos me asomé al pasillo para ver si eras tú. 

Estábamos solos. Tu entraste a mi probador. 

Te abrace y besándote comencé a bajarte la cremallera del pantalón. Saqué tu polla jugosa y me arrodillé. Empecé a comertela dulcemente mientras te miraba a los ojos. 

Me susurraste que querías follarme ahí, en el probador. Yo te respondí que “nos iban a pillar”.  Pero nos dejamos llevar por nuestros deseos y por el morbo del probador. 

Me pusiste a 4 y me follaste suavemente. Con cada movimiento que hacías se escuchaba un pequeño  “plof, plof”, de nuestros líquidos mezclándose. Algunas gotas bajaban por mis muslos y entonces me corrí como una loca, un squirting brutal. Me metiste los dedos en la boca para que no gritara y yo te mordí. 

Me puse de cuclillas. Ya no me podía arrodillar porque el piso estaba mojado. Me metiste la polla en la boca y me llenaste con tu leche calentita. Me encanta saber a ti   

Escuchamos voces en la tienda. Estaban a punto de pillarnos. Mi amigo se vistió antes que yo, así que le dije que saliera al pasillo. 

Pasaron unos segundos. Las voces de los dependientes de la tienda cada vez estaban más cerca. Por mi cabeza pasaron rápidamente pensamientos de cómo iba a disimular lo que había pasado minutos antes dentro de ese probador. 

Salí con el vestido de la tienda puesto y le dije en voz alta a mi amigo: 

-Papá, ¿Te gusta como me queda mi nuevo vestido? 

*Sí, cielo. Pero me gusta más el rosado. 

El dependiente de la tienda nos miró un poco “raro”. Creo que se imaginaba otra cosa. 
Le miré y le pregunté si le gustaba mi nuevo vestido mientras daba una vuelta girando sobre mi mísma. Me respondió que me quedaba muy bien y se fué. 

Entré de nuevo en el probador. Menos mal que siempre llevo en el bolso pañuelos y toallitas. Pude secar el piso. Olía a sexo. 

-Papá, espérame fuera. Ahora salgo. 

*Vale, peque. Te espero en la caja. Coge el vestido rosado. El negro no me gusta para ti. 

Me dirigí hacia donde me esperaba mi amigo. Él le sonrío a la chica que estaba en caja y le dijo “esto para mi princesa”. Pagamos y salimos de la tienda. 

Nos dimos un abrazo de despedida y nos alejamos en direcciones opuestas…